miércoles, 12 de agosto de 2015

Doña Meche, ejemplo de los pioneros.





Por Joel García Cobos.



Doña Meche era una señora  de edad madura, casada,  vivía en la ciudad de México, donde se ganaba la vida colocando su humilde puesto de ropa en mercados rodantes; luego, con el auge del petróleo,  fue una  de las tantas mujeres y hombres trabajadores  y valientes  que forjaron este girón de patria,  saltando vicisitudes, cada  fin de semana venía a poner su improvisado sitio en la periferia del mercado Municipal  Poza Rica,
Después de muchos años de azaroso trabajo, cuando obtuvo su puesto fijo y  su título de propiedad, convencida y satisfecha invirtió los papeles, dejó el cómodo D.F., y se cambió a vivir  a aquí, a una ciudad incipiente, que nació legalmente como tal, un 20 de Noviembre de 1951; ahora, solo iba a la capital a proveerse de mercancía.
 Escogió la colonia Petromex, se trajo a sus  2 ancianos tíos que eran hermanos entre ellos, a su hijo y  comenzó  a luchar por un Poza Rica mejor, brindando un mejor servicio; cuando alcanzó la excelencia,  buscó nuevos retos y decidió viajar al puerto de Tuxpan, los fines de semana donde abrió un nuevo negocio repitiendo el método.
Mis padres y Meche eran muy  amigos  supe que su amistad inició a principios de 1955, cuando estaban recién casados y se las presentó su vecina Queche.
En la sección de ropa y calzado estaba su puesto que se llamaba Casa Meche, olía a limpio,  a ropa nueva, a bolsas de nylon y  cajas de cartón;  vendía de temporada, de niñas, niños, jóvenes y señoras. Esta sección era limpia y ordenada,  el techo no era tan alto ni tan bajo, evitaba un poco el calor, no habían  chorreras ni escurrideros de agua, el suelo era de mosaico, los puestos cuadrados, como de 2.50 Mts; así como los pasillos y aunque sacaban mesas o exhibidores, aún quedaba mucho espacio para caminar y ver la mercancía con tranquilidad.
El puesto, aunque pequeño estaba bien surtido.  Tenía dos paredes en ángulo, en ellas colgaba la ropa en exhibición, abajo en tubos estaban almacenadas las  diferentes tallas, modelos y colores, en los otros  dos lados,  entre cajones de madera, exhibidores  y cajas de cartón tenía más  ropa. Entre todo esto Meche guardaba nuestras bolsas.
   Ya sin las engorrosas bolsas comenzábamos a platicar, unos  sentados en el sillón, que estaba afuera de la puerta, otros mientras veían la ropa, y a la vez todos juntos pues estábamos  muy  cerca: Meche, su hijo Pepe, su empleada, mis padres, mi hermano y yo,     mi hermano Javier  me llevaba 4 años era más o menos de la  edad de Pepe, y platicábamos  como una familia, nos turnábamos el sillón y el ventilador, tenían un radio siempre prendido en volumen bajo, tiempo después obtuvieron una televisión chiquita, nos entreteníamos viéndola cuando ya habían programas por la mañana.
Meche de tanto platicar y vernos cada semana conocía nuestros gustos y necesidades, y ropa que nos mostraba,  era seguro que  mis padres nos las compraban, tenía un tarjetero y ahí apuntaba la prenda, el costo, y el saldo, cada semana mi padre le  abonaba. 
Cuando andaba de moda una  playera, camisa o pantalón, le decíamos a mi madre que nos lo comprara, ella decía que sí y se lo  encargaba a Meche, ella lo buscaba en México y nos lo llevaba, a veces nos  traía también paletas, palanquetas de cacahuates, bastones o diferentes dulces.
Yo escuchaba pláticas que no entendía, mencionaban nombres de personas  que no conocía: un litigio por una propiedad; un par de ancianitos; mis padres le mandaban saludos a un médico, y éste a ellos, tiempo después mi madre me platicó  esas  historias

Portada  de Kaniwá7



Publicada en: Kaniwá #7 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Ver. México, el 21 de junio de 2015.


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