lunes, 31 de octubre de 2016

Las plantas sienten.

Por Elisa Cobos Enríquez.


Por Elisa Cobos Enríquez.
Mi hija sembró dos ramas de albahaca en sendas macetas, las cuidamos con esmero,  crecieron frondosas, bonitas, me deleitaba en verlas, tocarlas, olerlas, les decía todas las mañanas que eran una hermosura.

Un día llegó a casa una amistad y comentó que tenía muchas plantas, pero que la albahaca no le prendía, mi hija y yo decidimos regalarle una plantita ya pegada, con todo y maceta para que no batallara en prenderla, se la dimos a mediodía, por la tarde mi maceta estaba marchita, de momento pensé que le hacía falta agua, pero la revisé y la tierra tenía suficiente humedad. Mi hija y yo comentamos el caso, llegamos a la conclusión que se entristeció porque la separamos de su hermana, compañera y vecina.

¿Y qué comentar del árbol de mango? Este arbolito lo sembré hace muchos años, mi esposo y yo lo fuimos a comprar en la carretera a un negocio especializado de árboles frutales injertados, aún tenía su Chevrolet 54 que tanto quería y cuidada, me lo vendieron por japonés, lo quería chaparrito para estirar el brazo y cortarle yo misma la fruta, lo abanaba con espero y me imaginaba ya con sus preciosos y deliciosos frutos, colocándole orquestas a las ramas  vencidas ante el peso de tanta delicia, cuando fue creciendo me dije esta criaturita no es japonés sino nórdico, creció tanto que ha de medir unos 7 metros, cuando le contaba a mis conocidos lo sucedido, me decían: __”Pues cómprese otro, siémbrelo, y corte el otro.” Pero la vida es amor, se encariña uno con los objetos y momentos agradables, y los sentimientos no están ni a la venta ni a la compra.
                                                                                                        
Bueno, les decía de este arbolito de mango, hemos pasado tantos años juntos, que lo he observado tanto y me ha enseñado que también siente. Por ejemplo, he notado que en el invierno, cuando amanecen los días muy fríos, sus hojas parecen que están medio enrolladas, como si sintieran frío,  creo que permanecen así para darse algo de calor. Si a mediodía sale el sol,  se extienden para recibir el calor, se tornan brillantes, a mi entender están alegres.

Viene a mi mente un poema, lamento haber olvidado el autor, si alguien lo sabe, dígamelo por favor, dice así: “Creo que las nubes ven/ y a veces las nubes juegan/ creo que el viento les dice / cosas gratas a las yerbas/ que se mueven y  agitan/ cuando él va a jugar con ellas / a veces me entretengo / mirando las florecillas inquietas / las plantas son seres que sienten/ tienen vida, a veces por la mañana. 

Y usted ¿Qué opina?


Texto Publicado en: Kaniwá #75 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Veracruz. México, del 8   de octubre  de 2016.




                                                          

No hay comentarios:

Publicar un comentario