viernes, 28 de octubre de 2016

Gritonas bajo la lluvia.



Por Elisa Cobos Enríquez.

Las fiestas patrias ¿Cómo no recordarlas? Si eran algo tan hermoso y especial. Desde semanas antes, las alumnas de quinto y sexto grado de la Escuela Primaria  Manuel M. Oropeza se nos asignaba la labor de hacer los adornos en papel de China, en esa década de los 40’s  no se  conocía el plástico. Así que decorábamos el zócalo, el Palacio municipal y su frente que era la explanada, donde se realizaba  la ceremonia del  Grito de Independencia.

Las compañeras  hacíamos las tricolores banderitas, por lo regular eran rectángulos o cuadros intercalados, adheridos  a mecates delgados y  resistentes,  estaban listos para el 13 de septiembre,  no se colocaban con más tiempo por los torrenciales aguaceros de ese mes. Con cuánta alegaría hacíamos  todo,  a la salida de clases nos quedábamos, se nos figuraba  que así teníamos más derechos de participar  de las fiestas.

El 15 de Septiembre Íbamos una palomilla como de 8 o 10  muchachas de la calle Nicolás Bravo, de 10 a 15 años, nos íbamos como a las 6 de la tarde, cada año Lala, una señora como de unos 50 años con discapacidad insistía  que la lleváramos, todas lucíamos nuestras galas más recientes,   dábamos vueltas en los pasillos del parque, generalmente por parejas y  nos encontrábamos y platicábamos con nuestras compañeras de escuela.  

En la nochecita era la Fiesta Mexicana,  frente al Palacio colocaban sillas y como no alcanzaban la gente se sentaba  donde pudiera,  en los bordes de las jardineras y banquetitas.  En el kiosco tocaba la Orquesta Municipal  melodías mexicanas y danzones, también habían tríos con sones jarochos, los alumnos de las diversas escuelas primarias   tenían a su cargo bailables, cantos, declamaciones antes y  después del  Grito. En una ocasión fue la Sinfónica de Marina.

A las 11 de la noche salía al balcón principal el Alcalde acompañado de las Señoritas: Independencia, Patria y Libertad ellas luciendo su juventud, belleza y vestuario, se les unía  además los miembros  del consejo  municipal, con cuánto fervor arengaban a los héroes y ondeaba la bandera, las campanas de la iglesia sonaban, los  juegos pirotécnicos eran lanzados   de la azotea del Palacio y explotaban  con sus luces y la ovación del pueblo. La comuna al terminar se iba al cercano Casino al baile de los adultos con una orquesta traída de afuera.

Una mención especial es para el Torito encuetado, muy típico  en esta región del Sotavento, la  gente se divierte al ser correteada  por  esta animalito artificial, que es movido por un valiente y escurridizo muchacho que va cargado de todo  tipo de cohetes, zumbadores, buscapiés  y demás. La gente huye divertida por todo  el zócalo y allá va el torito,  en una ocasión no respetó la tradicional zona del huapango, y hasta a la  tarima se subió, la gente huyo despavorida,  salían los buscapiés y zumbadores por todas partes y la gente divertida y muerta de risa.

Nosotras nos regresábamos a las 11 después del Grito, iban por nosotras algunas de nuestras madres, y como de  película, a esa hora comenzaba un torrencial aguacero, ahí veníamos todas las gritonas empapadas, cante y cante, y risa y risa, caminábamos de prisa y llegábamos muy pronto pues vivíamos a unas escasas cuadras, Lala venía todo  el regreso llorando, se quejaba en su media lengua que se le mojara el vestido, los zapatos y  las medias nuevas, la abrazábamos porque le daban miedo la tempestad, riendo le decíamos: __”Pero el año próximo no te traemos.”

Al otro  día, todas nos encontrábamos en el desfile, sin faltar Lala. 


           ¡Felices fiestas patrias! 


Texto Publicado en: Kaniwá #72 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Veracruz. México, de 17  de septiembre  de 2016.









No hay comentarios:

Publicar un comentario