lunes, 19 de diciembre de 2016

Las posadas, época para convivir.




Obra de Gaby Peralta.
Por Elisa Cobos Enríquez.

En mi pueblo, Alvarado, comienzan el 16 de diciembre, en la década de los 40´s, no recuerdo que los niños anduviéramos en la calle de casa en casa, habían 3 formas de realizarse: 1) En el Casino, por los socios. 2) En los barrios, los vecinos acordaban los hogares y las fechas, cada quién participaba con números artísticos, como cantar, declamar, alguna representación, o tocar algún instrumentos, la ingesta de alcohol era mínima, con los preparados de frutas de la región,  y los bailes eran los tradicionales con tríos o cuartetos que tocaban guitarra, jarana o arpa, al haber muy poca luz eléctrica terminaban temprano y cada quién feliz a su casa.

Había una tercera forma, las organizadas por la iglesia, con tiempo se apuntaban las familias que querían recibir a los niños, generalmente eran personas alegres que querían convivir y festejar a los niños para que pasáramos felices esos días, de acuerdo a esa lista y la fecha, se salía del templo a las 5 de la tarde, íbamos caminando al hogar anfitrión, nos esperaban con  piñatas, frutas y dulces,  regresábamos entre 6 y 7, y ahí nos esperaban nuestros padres.

Obra de Gaby Peralta.
En una ocasión fuimos a la casa de una anciana que era muy pobre y vivía solita, con tiempo

se apuntó y aclaró que no tendría nada que ofrecernos, llegamos a su casa y todos los niños nos quedamos sorprendidos de lo que vimos: Un nacimiento hermoso y muy original.

La creativa ancianita  hizo todas las figuritas durante el año, con diferentes materiales: elaboró las tiendas de los beduinos con tela,  con pasta los animalitos, así mismo a María, José y al niño Jesús. Tenía palmeras, de cartón y papel de china, un río con todo y las embarcaciones de los pescadores y los peces, las lomas de arena, los pastorcitos y sus rebaños, la mayoría con trapitos que sus amistades le regalaban, cómo nos conmovió ese nacimiento sabiendo que la ancianita con mucha dedicación lo fue formando.

Cantamos, oramos y nos despedimos, la ancianita derramó lágrimas de alegría, aseguró que había sido su más feliz posada desde hacía muchos años. Y qué puedo decir de esa experiencia, han pasado como 70 años, y no olvido la lección aprendida, así como hay familias que se reúnen para convivir con comida, música y regalos, también hay personas que en estos días se les acentúa la soledad y los recuerdos, y con ellos  no son necesarios los regalos caros, la música a gran volumen ni las emociones fuertes para hacerlas feliz, solo hay que darles un poco de compañía y demostrarles interés genuino.

Felices fiestas.



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