martes, 13 de diciembre de 2016

La alegre rama alvaradeña.


Por Elisa Cobos Enríquez.


Las Ramas, son una bella costumbre decembrina en Alvarado, en la década de los 40’s, cuando las vacaciones escolares largas eran diciembre y enero, esta convivencia de los barrios iniciaba el primer día de diciembre, los niños con nuestros padres y vecinos adornábamos una o dos ramas de cualquier árbol, les colgábamos globos,  cadenas de colores, farolitos, heno, y juguetitos, terminaban el 15 y el 16 seguían las posadas, el clima ayudaba pues era fresco, seco, con leve brisa.

El acompañamiento de la Rama, nos quedaba de ver en un hogar, ahí se practicaba un rato y después se partía al hogar donde se partiría la piñata, se cenaría algo y dulces, en el trayecto se cantaba en las puertas de las casas solicitando dulces o dinero.

Lo alegre de estas convivencias era la música, algunos niños y adultos tocaban la jarana y la guitarra, otros con panderos y sonajas, a cual más los niños improvisábamos corcho latas aplastadas ensartadas en un alambre, y practicábamos pues el asunto era llevar el ritmo de la melodía.

Entre los versos que más cantábamos estaban: “Buenas noches ya estamos aquí/ “traemos la rama que les prometí./  Naranjas y limas, limas y limones/ más bella es la Virgen que todas las flores./ “Venimos de lejos/ a traerte la Rama/ recíbela contento/ hoy y mañana/ Se cantaba los versos tradicionales, pero el ingenio jarocho surgía y resultaba muy divertido escuchar nuevos, no faltaba quién componía algo acerca de personas del barrio o de los últimos sucesos. 

Por ejemplo, cuando se formó la Comisión de la Cuenca del Papaloapan, para mitigar el problema de las constantes inundaciones, llegó de Xalapa o Veracruz, en la brigada médica contra el paludismo, un muchacho muy blanco que manejaba el jeep, era muy guapo,  las muchachas todas andaban loquitas por él, así que ese año a las que andaban en la Rama, se les ocurrió incluir este verso  en su canto: Desde Buen País venimos andando/ y al güero del jeep venimos buscando./  ¿Quién no conocía al muchacho si iba de casa en casa haciendo su labor? La gente al oír el estribillo se moría de la risa.

Sí, los versos daban risa y divertían, algunos tenían la picardía sana del pueblo jarocho que vive, siente y canta, cito un caso:  Años después que regresé a Alvarado con mi esposo e hijos, llegábamos a casa de mi cuñada Lucy Ramón, esa noche estábamos cenando y el mayor veía tv muy quitado de la pena en la sala a grandes columpiadas en esos hermosos sillones de cedro tejidos en ojo de perdis tan comunes en esa región, llegó la Rama y después de un rato de cantar voces mixtas continuaron unas femeninas: “No quiero quinto, tampoco tostón/ quiero al muchacho que está en el sillón./ Cómo nos reímos de la ocurrencia e ingenio, y por supuesto les dimos un buen aguinaldo.

Generalmente se terminaba la velada con los siguientes: “Vámonos muchachos que ya son las nueve/ No venga la ronda y a todos nos lleve./ Eran risas y cantos sanos, sin faltar el interés económico: “Ya se va la Rama/ venid y cantad/ pero mi aguinaldo/ me tienes que dar./

Las calles y las noches se iluminaban con la alegría y el colorido de las ramas, y las velitas que traía la comitiva que la acompañaba.



Texto Publicado en: Kaniwá #84 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Veracruz. México, del 11 de diciembre de 2016.







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