domingo, 8 de mayo de 2016

¿Dónde están los niños?


Por Elisa Cobos Enríquez.

Sentada en el corredor de mi humilde casa, veo la calle, poco a poco va cayendo la tarde, personas pasan, carros, uno que otro perro, pero los niños ¿Dónde están? Cuando yo era niña, a esta hora salíamos a la calle a jugar.

¿Estarán viendo televisión o con los video juegos? ¿Chateando con otros niños o platicando cosas no propias para su tierna edad? O en la escuela: ¿Acaso molestando en forma brutal a algún compañero por su condición de pobreza o su aspecto humilde? Le llaman ahora bullying, pero es falta de educación, que deben recibir en sus hogares.

Volviendo a mis tiempos, en la escuela se jugaba a brincar la cuerda, era el juego favorito. Con una cuerda corta íbamos brincando una por una, con una más larga brincábamos juntas varias,  6, 8 y hasta 10, le decíamos Paseo, y cantábamos:

“En el puente marinero,  hay una niña bordando/ con un letrero que dice: Soy la hija de don Pablo/ Soy la hija de don Pablo/ ustedes lo va a ver/ tiro mi pañuelo al suelo y lo vuelvo a recoger/ una, dos, tres, que salga la niña que va a perder…” / Entonces nos salíamos del paseo una a una las que estábamos brincando, sin topar la cuerda porque perdíamos.

Mi escuela Leona Vicario en Alvarado era solo para niñas, muy pequeña y carecía de patio, salíamos  a jugar a la explanada del parque, brincábamos la cuerda, en una ocasión un señor que pasaba nos vió y nos pidió permiso para jugar, diciéndonos: __” ¿Puedo?   En la mano llevaba una bolsa de papel con huevos, al brincar  se rompieron y por el pantalón le escurrió el contenido de la bolsa, no se conocía el plástico. El señor y nosotras nos reímos mucho,  con un ademán de manos se despidió y todas le aplaudimos.

También jugábamos a Las Escondidas, una vez nos escondimos en el templo, cuando nos encontramos hicimos mucha algarabía, salió el sacerdote enojado, nos corrió y  fue a la escuela a acusarnos con la directora Lolita Mojica, después de explicarnos que actuamos mal, nos dio un castigo de 2 semanas sin recreo, ante nuestras promesas de no volverlo a hacer nos levantó el castigo y cumplimos nuestra palabra.

Ya en casa, después de ayudar en las labores y  al comenzar a oscurecer, salíamos a la calle a jugar: Matarile; Hebritas de oro; La Viudita; La Cojita; La Cebolla; El bote escondido; Engarrota Ahí. La tarde se iba rápido, no había alumbrado público, cada quién regresaba a su casa temprano.

Cuando no  podíamos  jugar por el mal tiempo,  por la lluvia o el  norte,  íbamos a la casa de Mamita Chana,  una agradable viejecita de 100  años, nos encantaba porque nos contaba muchas historias, las que más nos narraba eran las relacionadas a Carlota y a la Revolución.

Dijo que cuando llegó la emperatriz Carlota a México,  entró por el puerto de Veracruz,  se corrió la voz en las  rancherías cercanas y la gente iba a verla, era muy bonita y su vestido era largo, bonito y esponjado, estaba bordado con hilos de oro y piedras preciosas. Le preguntamos si ella la vio, nos dijo que no, que una prima, porque estaba embarazada y no podía montar a caballo, pues la travesía entre Alvarado y Veracruz tardaba días.


Bonitos tiempos que se pierden entre la bruma del tiempo. Pero me sigo preguntando: Y ¿Dónde están los niños?



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