viernes, 4 de agosto de 2017

Los buenos vecinos.

Por Joel García Cobos.

Cuando salió de la universidad comenzó a buscar empleo, entre otros medios por internet, consultó una bolsa de trabajo, y fue así como llegó a laborar a una ciudad muy distante y famosa por sus hermosas playas, en el sureste del país. A través de los años, pudo comprarse una casita en una colonia moderna, en esas que  las familias viven a puerta cerrada, sin conocer a sus vecinos.

En una ocasión que regresaba de la faena, se dio cuenta que debajo de la puerta de la casa contigua, estaba un recibo  de consumo de luz, al poco tiempo de agua, con los meses se fueron acumulando. Un día notó que había un documento diferente,  entró al pequeño patio, lo tomó y leyó su contenido: _”Se le notifica que debe pasar a nuestras oficinas a la brevedad posible, a pagar su adeudo, de lo contrario procederemos a cortarle el servicio y embargarle.”


En su hogar comentó con su esposa lo desagradable que sería para el vecino llegar a pasar una temporada de vacaciones y no contar con los  servicios,  le manifestó su interés por pagar el adeudo, unos mil pesos,  para evitarles esa desagradable experiencia. Ambos comentaron los pros y los contras de esta acción: apenas los habían visto un par de veces, eso sí, la satisfacción de ayudar a unas personas en dificultades; y en la segunda probabilidad: corrían el riesgo que no le regresaran su dinero. Después de unos instantes en silencio añadió: _”Bueno, en este caso, lo absorbería el fondo de ayuda a necesitados de nuestro presupuesto familiar. Ambos rieron y aceptaron el reto, así lo hicieron.

La próxima vez que fue a pagar sus servicios también pagó lo del vecino, y ya sin recibos debajo de la puerta, comenzaron a correr los meses y a acumularse de nuevo. Un día notó que había un carro estacionado frente a la casa,  pasaron dos días y al tercero, vio a un señor junto al vehículo y decidió abordarlo, después  del saludo cordial y de  presentarse, el vecino contestó con la misma amabilidad. Fue entonces cuando le expuso que él tuvo a bien pagar los recibos, y que si le permitía, iría a su casa para entregárselos.

El vecino se quedó muy sorprendido y pensativo mientras regresaba con la carpeta, comprobaron  el nombre, la dirección, el número de  medidor, cuando constataron que todo estaba en orden,  en ese mismo momento le agradeció su atención y le pagó. Desde entonces se hicieron muy amigos, y cuando llega al puerto a vacacionar, salen a pasear con sus respectivas familias.



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