viernes, 15 de julio de 2016

Zaqueo, un nuevo corazón.


Por Joel García Cobos. 

En la antiquísima ciudad de Jericó era la cede de la recaudación de impuestos, aquí vivía Zaqueo, el principal recaudador, un hombre inmensamente rico que había basado su prosperidad en el robo, en el engaño y la corrupción, por muchos años había gozado de esa  elevada posición económica y social, no le importaba ser  considerado traidor a su nación, se le tenía como publicano y pecador, además la gente lo ridiculizaba por ser muy bajito de estatura.

Pero Zaqueo conoció a Juan el Bautista, lo escuchó hablar del arrepentimiento, el perdón de los pecados, y del inmenso amor de Dios, tanto lo impresionó que lo siguió varias veces, él iba en su confortable litera, rodeado de siervos y  de su  guardia de soldados, en una ocasión uno de ellos le preguntó ante su poderosa exhortación acerca de la justicia: __”Ustedes los soldados ¿Qué pueden hacer para alcanzar salvación? Pues amenazan a la gente y la obligan a que les de dinero. Sólo así le prometen dejarla en paz. ¡No lo vuelvan a hacer y quédense satisfechos con su salario.”

Desde ese  encuentro, Zaque experimentó un profundo interés por el reino de Dios, el Mesías, la justicia y la vida eterna. Se preguntaba constantemente si alcanzaría salvación, comenzó a analizarse y llegó a sentirse sucio, decidió obedecer  el consejo del Profeta. Ahora Zaqueo anhelaba ver a Jesús, platicarle la transformación de su corazón, un siervo fiel lo sacó de sus pensamientos y le informó que al que habían ido a ver, acababa de entrar por la puerta principal de la ciudad.

Zaqueo corrió a su encuentro, lo vio de lejos, era una multitud, hacía poco que había resucitado a Lázaro y las muchedumbres lo querían ver, las sinagogas estaban vacías y los sacerdotes lo querían matar. En su corazón atesoraba las palabras dirigidos a los que sufren, pues él ya no disfrutaba la riqueza, sufría el desprecio de sus conciudadanos. Escuchó que Leví, otro recaudador de impuestos  como él, ahora era uno de sus seguidores y esto lo llenaba de esperanza, quería ver su rostro, pero su baja estatura se lo impedía.

Entonces, imaginó el recorrido y ligero como un niño corrió delante y se subió a un árbol sicómoro, no le importó la burla de la gente que lo vio ascender, desde ahí escudriñó a la multitud que se fue acercando poco a poco,  ya estaba muy cerca, debajo de la rama donde estaba él sentado. Entonces vió como un ciego se le acercó al Señor, al preguntarle qué quería que hiciera por él, le dijo que le diera la vista, Jesús solo dijo: __”Recíbela, tu fe te ha salvado”  en cuestión de segundos el hombre glorificaba a Dios por ese don.

Estaba aún atónito Zaqueo, meditando en la Fe, cuando Jesús se paró debajo de la rama  y le dijo: __” Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.” Bajó a toda prisa y gozoso lo llevó a su casa, la gente los siguió y comenzó a murmurar porque comía con un pecador, el anfitrión reconoció esta actitud hostil contra él, se puso de pie y dijo: __”He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”

               Jesús sabiendo la transformación de su corazón declaró: __”Hoy ha venido la salvación a esta casa” con el milagro del hombre que recobró  la vista su  fe creció y añadió: __”Por cuanto él también es hijo de Abraham” y remarcó su obra mesiánica: __”Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”


Todo aquel que le abre la puerta de su casa y de su corazón es transformado por el Espíritu Santo. Además: __“Y toda su casa.” Zaqueo llegó a tener amor genuino por su prójimo, sólo el arrepentimiento que de un corazón reformado es aceptado”, todo ser convertido dejará  practicas insanas, Jesús vio un corazón puro, lavado por la sangre del calvario, su casa también alcanzó vida eterna al ver su testimonio. 




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