domingo, 3 de julio de 2016

La Golondrina

Por Joel García Cobos.

Entramos al verano, temporada encantadora de calor, romance y vacaciones, muy pronto comenzarán las ceremonias de graduación de los diferentes niveles, y en esas festividades de caminos bifurcados, brillará con luz propia, ese hermoso himno a la nostalgia: La golondrina.

¿Quién no recuerda melancolía sus graduaciones? Al final del evento, entre lágrimas, abrazos y promesas de nunca te olvidaré, el maestro de ceremonia se da vuelo arengando en alta, apelando a los sentidos con recuerdos pesarosos y bocetando posibles rumbos, y como fondo, a todo lo que da el volumen del aparato de sonido, la preciosa melodía La Golondrina, interpretada en el mejor de los casos por el inolvidable Pedro Infante, y desde que trompetas, violines y bajo dejan escuchar sus vibrantes notas, saltan las lágrimas a raudales. Y más aún si el Mariachi está en vivo, un nudo se forma en la garganta.

Durante varios años he buscado la historia de esta melodía, sin mucho éxito, solo que la letra es del poeta español exiliado en México Niceto de Zamacois (1820 – 1885) y la melodía del músico alvaradeño Narciso Serradel Sevilla (1843 – 1910), que unieron sus inspiradas lágrimas para hacernos bien llorar.  Y hoy en otro intento encuentro más fuentes y resumo las versiones.

Esta canción tiene 4 versiones con sendos autores: La del poeta español ya citado es la cuarta y más difundida, base de la música; En Historia de Sinaloa de Hugo del Grial se asegura una transcripción del doctor Miguel Galindo mientras que en Historia de la Música Mexicana se le atribuye una adaptación al también poeta español José Zorrilla. Cada quien le da su interpretación al español o al francés, pues, se dice que el original fue escrito en árabe por el último rey abencerraje (Granada) Aben Humeya (1545-1569) al huir vencido de su tierra. El texto se encontró en el puerto de Marrakech, Marruecos, siglos después; cargado de nostalgia cautivó el corazón a quien lo escuchaba fuera de su terruño amado.

Pero vayamos al autor de la música, un veracruzano mundialmente conocido de vida singular: Narciso Serradell Sevilla. Según Wikipedia y varios alvaradeños con los que he platicado, nació el 25 de enero de  1843 hijo del catalán del mismo nombre y de la mexicana Rosario Sevilla. Ella quería que fuera clérigo, él se escapó 2 veces del monasterio, en 3 meses aprendió música y solfeo. Ante la inflexible decisión materna, rompe con la familia y emigra a la ciudad de México, de día estudiaba en la Escuela Nacional de Medicina, de noche tocaba en bailes y armaba puros para sobrevivir.

En una tertulia, Serradell llevó una revista con la traducción de Niceto de Zamacois y otros dicen era la de Martínez de la Rosa, los asistentes cautivados abrieron emocionados un concurso, en 24 horas debía tener una melodía digna a los sentimientos que evocaba y Narciso ganó. Era el año 1862, meses después los Liberales convocaron jóvenes a la milicia, Serradell se alistó y combatió aquel 5 de Mayo, contra la Intervención Francesa, con tan mala suerte que es capturado y expatriado a Francia, en el puerto de Veracruz fue despedido con su canción, ya en la cárcel los mexicanos cantaban con el corazón en la mano añorando regresar a la patria. 

En la prisión Clermont- Ferrand la sentencia fue revocada, pero el espíritu aventurero de Narciso no desaprovecharía la oportunidad de vagabundear, se quedó en París dando clases de solfeo, música y español,  aprendiendo Medicina e Idiomas. En 1865 surge en Tlalixcoyan Veracruz, donde ejerce sus 2 profesiones, fundando bandas y siendo maestro de personas que amaban la música entre ellos Ricardo Barcelata, padre del conocido compositor Lorenzo Barcelata, autor del hermoso vals María Elena (Tuyo es mi corazón).

En 1869 se casa con la señorita Telésfora González, 20 años después se va a vivir a la Ciudad de México, Narciso Serradell Sevilla, ejerciendo la música, escribió infinidad de  mazurcas, danzones, danzas, polkas, canciones y en su última época, himnos patrióticos escolares. Poseía una biblioteca valiosa, que tuvo que vender para subsistir. Murió el 25 de octubre de  1910, en la ciudad de México, a la edad de 67 años; la Casa de Cultura de Alvarado, Veracruz lleva con honor y justicia su nombre.

La Golondrina/ A donde irá veloz y fatigada/ la golondrina que de aquí se va,/ Por si en el viento se hallara extraviada/ buscando abrigo y no lo encontrará./ Junto a mi lecho le pondré su nido/ en donde pueda la estación pasar./ También yo estoy en la región perdido,/ ¡Oh Cielo Santo! y sin poder volar./ Dejé también mi patria idolatrada/ esa mansión que me miró nacer./ Mi vida es hoy errante y angustiada/ y ya no puedo a mi mansión volver./ Ave querida amada peregrina,/ mi corazón al tuyo acercaré./ Voy recordando tierna golondrina,/ recordaré mi patria y lloraré.



Texto Publicado en: Kaniwá #60 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Veracruz. México, del 26  de junio de 2016.




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