sábado, 24 de octubre de 2015

Zafarrancho en el desfile.


Por Joel García Cobos.


El 18 de marzo de 1959 el día amaneció soleado, como a las 10 de la mañana comenzaría el desfile de la celebración de la Expropiación Petrolera de 1938, era y sigue siendo  la fiesta más grande y bonita de la ciudad; el bulevar Ruiz Cortines se llenaba de gente y comerciantes ambulantes que vendían todo tipo de productos, principalmente comida.



        Mi padre, con su uniforme nuevo de trabajo, se fue desde muy temprano, desfilaría en su departamento de Geofísica; Mi  tía  seguía internada en el hospital de Pemex por el nacimiento de mi primo Samuel; mi madre le comentó a mi papá que la visitaría por la tarde, mientras iría  al desfile, dio de almorzar y envió a mi hermano Carlos a la casa de mi tío a unas cuantas casas, a invitar a la mamá de mi tía, cumplido el cometido, enseguida se fue emocionado a concentrarse con sus compañeros de cuarto o quinto grado de la escuela primaria María Enriqueta.

        Al llegar doña Goya con mi primo Saúl, ya estaban listos mi abuelita y mis tres hermanos __yo aún no nacía__, me cuenta mi madre que caminaron por la calle Ébano y salieron enseguida al bulevar Ruiz Cortines, como las 2 ancianas caminaban muy despacio, decidieron no seguir y se quedaron debajo de  un árbol de anona que daba buena sombra. 


Desfile del 18 de marzo de 1982.



       Ya acomodados, sacaron de sus bolsas de mandado agua y  galletas, después de un rato el desfile comenzó bajo una lluvia de chiflidos y aplausos, las escuelas iban con dirección norte - sur,  por uno de los carriles, comenzaron a pasar primero las primarias, ahí vio a Carlos y se saludaron muy sonrientes con la mano;  luego las  secundarias una a una con sus vistosos uniformes, todas  muy elegantes, el Colegio Díaz Mirón, ellos de saco azul marino, pantalón crema y Cachucha; el Colegio Motolinía no se quedaba atrás en atuendo y  galanura, fue cuando mi madre echó de menos a los soldados y comentó: __”¡Qué raro! ¡No desfiló el Ejército! Ellos siempre inician con su potente banda de guerra; me gusta verlos por su marcialidad, todos muy delgaditos van todos parejitos”

        En ese momento iba pasando frente a ellos la Academia Comercial John Grey, las hermosas muchachas iban luciendo su uniforme tradicional, falda y chaleco rojo, con blusa blanca de mangas largas, siempre airosas,  en paso de roblado, sus manos finamente con guantes blancos  dibujaban un bien trazado cuarto de círculo, un maestro marcada el característico un dos, un dos, un dos.  


De un momento a otro  todo cambio,  a lo lejos se oyeron golpes, gritos,  lamentos, silbatazos,  las muchachas a una se plegaron a un costado, dieron media   y comenzaron a corren ahora de sur a norte, los demás contingentes hicieron lo propio, se confundieron con el  público,   la gente en completo caos corrió para todas partes, unos iban y venían  por el bulevar, otros se internaban a la colonia Benito Juárez, y otros más se atravesaban a la Chapultepec. 

       Doña Goya nerviosa gritó desesperada: __”Ay Licha, ¿Por qué no me dijo que iba a pasar esto?” Ella abrazando a los niños  le contestó: __”¡Doña Goya! ¡Yo qué iba a saber! ¡Si lo hubiera sabido no hubiera venido!” Se pegaron a la pared  y ahí se quedaron paradas las 3 mujeres protegiendo con sus cuerpos a los niños que lloraban, esperaron un rato que pasara el tumulto. Algunas personas pasaban corriendo y gritaban: __”¡Ya se volvieron a dar! __”¡Se dieron de garrotazos!  

        Cuando llegaron a casa, mi otra abuelita ya las esperaba, les preguntó por Carlos, mi madre le dijo que desfiló, pero aún no regresaba. Lo estuvieron esperando,  llegó  como a  las 5 de la tarde,  les narró  que después de  participar rompieron filas,  él anduvo  de mirón y justo en el palco de honor, comenzó el pleito con unas cachetadas, se dieron con palos  y piedras, en un segundo se generalizó,  hubo  gente  con la cabeza rota, chorreando sangre,  ya mejor se venía a casa, cuando vio que a un hombre le dieron con un palo un fuerte golpe en la  cara, del impacto se le desprendió y saltó un ojo, le quedó colgando, el adolorido hombre lo detuvo en la palma de la mano,  él vomitó, sintió que daba vueltas, todo se puso oscuro y el cuerpo se le aflojó, no supo más.

       Cuando despertó estaba en un camastro de la Cruz Roja, le preguntaron su nombre y le dijeron que se fuera.






No hay comentarios:

Publicar un comentario