jueves, 30 de julio de 2015

Los Maestros son inolvidables.




Por Joel García Cobos.

Es cuestión del capitalismo que haya Día del Médico, Día del Abuelo, Día del Policía o Día de la Mascota, hay un día para todo, el asunto es hacerte comprar y consumir; En los días festivos la gente anda acelerada comprando como autómatas, para escucharla un día después que pasa todo: no hay dinero, la situación está difícil.

La Unesco más diplomática que los  comerciantes hechos gobierno, nos doran la píldora y quieren hacernos creer que es para que las personas tomemos conciencia de las diferentes cuestiones, y el mundo sea “mejor”.
Tratando el tópico más en serio y en serie,  es bueno que haya un día especial de lo importante de nuestra cultura, sobre todo de los Padres y Maestros, pues los padres son nuestros primeros maestros, y los maestros son como padres __guardadas las proporciones__ llegamos a  recordar a nuestros mentores con cariño y agradecimiento así como a nuestros progenitores; ambos son motores en nuestro desarrollo y sustentabilidad.

A mis casi 55 años, recuerdo con aprecio a gran número de mis profesores,   mi primera maestra aparte de mi madre fue la maestra Esther, me dio clases en el kínder; ya en la primaria estatal Niños Héroes, de la  colonia  Chapultepec, la maestra Magdalena, estuvo en la escuela solo un año, cuento en broma que llegó a enseñarme a leer y escribir y se fue, sus apellidos se me han olvidado pero no así su rostro dulce y su paciencia y amor.

También me dieron clases la maestra Tomasa Campusano Gómez;  Lupita Hinojosa Mendoza; Ángela; Javier Cruz; Jorge Sánchez; Rafael Martínez y Mtz; a mis hermanos: Gonzalo Díaz Mora; Altagracia Cortez de Méndez; Juan Manuel Ocotla Contreras; Enedina Caro Benavides; Reyna  Rangel; Zoila; Guillermo, inolvidable el Director: Eduardo Méndez Juan, que tenía una firma hermosa. La mayoría ya descansan. No olvido los de secundaria, prepa ni Uni. Les cuento una anécdota.

La torta de Jamón.
Ya con el lonche en mi mochila me iba feliz al kínder, pasaba a saludar a doña Bertha, una viejita que vivía sola, a dos casas iba por Silvia, mi compañera de clases, seguíamos caminando por  la calle Pozo 13 hasta la calle 10, brincábamos contentos entre las zangas de la introducción del drenaje.

Mi maestra Esther me daba clases en su casa, tenía varias hermanas y cuando llegaba me preguntaban invariablemente: __¿Qué trajiste para almorzar? Les contestaba que una torta, luego me volvían a consultar: __¿De qué trajiste tu torta? Yo les contestaba: __”De jamón”. Con tanto interrogatorio me di cuenta que les llamaba la atención mi acento, pues pues tenía 5 años y aún no pronunciaba bien, un día en que iniciaban  la exploración, les contesté en mi lengua trunca:
 __”Siemple me pleguntan: __ ¿De qué tlajiste tu tolta? ¿De qué tlajiste tu tolta? __¿Pol qué mejol, mandan a  complalme un leflesco pala que  me desatole la tolta?  Y desde ese día almorcé con refresco, jugo o leche.
Mi madre lo contaba atacada de la risa.

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