Por Joel García Cobos.
Doña Meche era una señora de edad madura, casada, vivía en la ciudad de México, donde se ganaba
la vida colocando su humilde puesto de ropa en mercados rodantes; luego, con el
auge del petróleo, fue una de las tantas mujeres y hombres trabajadores y valientes
que forjaron este girón de patria,
saltando vicisitudes, cada fin de
semana venía a poner su improvisado sitio en la periferia del mercado
Municipal Poza Rica,
Después de muchos años de azaroso trabajo,
cuando obtuvo su puesto fijo y su título
de propiedad, convencida y satisfecha invirtió los papeles, dejó el cómodo
D.F., y se cambió a vivir a aquí, a una
ciudad incipiente, que nació legalmente como tal, un 20 de Noviembre de 1951;
ahora, solo iba a la capital a proveerse de mercancía.
Escogió
la colonia Petromex, se trajo a sus 2
ancianos tíos que eran hermanos entre ellos, a su hijo y comenzó
a luchar por un Poza Rica mejor, brindando un mejor servicio; cuando
alcanzó la excelencia, buscó nuevos
retos y decidió viajar al puerto de Tuxpan, los fines de semana donde abrió un
nuevo negocio repitiendo el método.
Mis padres y Meche eran muy amigos supe que su amistad inició a principios de
1955, cuando estaban recién casados y se las presentó su vecina Queche.
En la sección de ropa y calzado estaba su puesto
que se llamaba Casa Meche, olía a
limpio, a ropa nueva, a bolsas de nylon
y cajas de cartón; vendía de temporada, de niñas, niños, jóvenes
y señoras. Esta sección era limpia y ordenada,
el techo no era tan alto ni tan bajo, evitaba un poco el calor, no
habían chorreras ni escurrideros de
agua, el suelo era de mosaico, los puestos cuadrados, como de 2.50 Mts; así
como los pasillos y aunque sacaban mesas o exhibidores, aún quedaba mucho
espacio para caminar y ver la mercancía con tranquilidad.
El puesto, aunque pequeño estaba bien
surtido. Tenía dos paredes en ángulo, en
ellas colgaba la ropa en exhibición, abajo en tubos estaban almacenadas
las diferentes tallas, modelos y
colores, en los otros dos lados, entre cajones de madera, exhibidores y cajas de cartón tenía más ropa. Entre todo esto Meche guardaba nuestras
bolsas.
Ya sin las engorrosas bolsas comenzábamos a
platicar, unos sentados en el sillón,
que estaba afuera de la puerta, otros mientras veían la ropa, y a la vez todos
juntos pues estábamos muy cerca: Meche, su hijo Pepe, su empleada, mis
padres, mi hermano y yo, mi hermano
Javier me llevaba 4 años era más o menos
de la edad de Pepe, y platicábamos como una familia, nos turnábamos el sillón y
el ventilador, tenían un radio siempre prendido en volumen bajo, tiempo después
obtuvieron una televisión chiquita, nos entreteníamos viéndola cuando ya habían
programas por la mañana.
Meche de tanto platicar y vernos cada semana
conocía nuestros gustos y necesidades, y ropa que nos mostraba, era seguro que mis padres nos las compraban, tenía un
tarjetero y ahí apuntaba la prenda, el costo, y el saldo, cada semana mi padre
le abonaba.
Cuando andaba de moda una playera, camisa o pantalón, le decíamos a mi
madre que nos lo comprara, ella decía que sí y se lo encargaba a Meche, ella lo buscaba en México
y nos lo llevaba, a veces nos traía
también paletas, palanquetas de cacahuates, bastones o diferentes dulces.
Yo escuchaba pláticas que no entendía,
mencionaban nombres de personas que no
conocía: un litigio por una propiedad; un par de ancianitos; mis padres le
mandaban saludos a un médico, y éste a ellos, tiempo después mi madre me
platicó esas historias
Portada de Kaniwá7 |
Publicada en: Kaniwá #7 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Ver. México, el 21 de junio de 2015.
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