Por Elisa Cobos Enríquez.
Mi hija sembró dos ramas de albahaca
en sendas macetas, las cuidamos con esmero, crecieron frondosas, bonitas, me deleitaba en
verlas, tocarlas, olerlas, les decía todas las mañanas que eran una hermosura.
Un día llegó a casa una amistad y
comentó que tenía muchas plantas, pero que la albahaca no le prendía, mi hija y
yo decidimos regalarle una plantita ya pegada, con todo y maceta para que no
batallara en prenderla, se la dimos a mediodía, por la tarde mi maceta estaba
marchita, de momento pensé que le hacía falta agua, pero la revisé y la tierra
tenía suficiente humedad. Mi hija y yo comentamos el caso, llegamos a la
conclusión que se entristeció porque la separamos de su hermana, compañera y
vecina.
¿Y qué comentar del árbol de mango?
Este arbolito lo sembré hace muchos años, mi esposo y yo lo fuimos a comprar en
la carretera a un negocio especializado de árboles frutales injertados, aún
tenía su Chevrolet 54 que tanto quería y cuidada, me lo vendieron por japonés, lo
quería chaparrito para estirar el brazo y cortarle yo misma la fruta, lo
abanaba con espero y me imaginaba ya con sus preciosos y deliciosos frutos,
colocándole orquestas a las ramas vencidas
ante el peso de tanta delicia, cuando fue creciendo me dije esta criaturita no
es japonés sino nórdico, creció tanto que ha de medir unos 7 metros, cuando le
contaba a mis conocidos lo sucedido, me decían: __”Pues cómprese otro,
siémbrelo, y corte el otro.” Pero la vida es amor, se encariña uno con los objetos
y momentos agradables, y los sentimientos no están ni a la venta ni a la
compra.
Bueno, les decía de este arbolito
de mango, hemos pasado tantos años juntos, que lo he observado tanto y me ha
enseñado que también siente. Por ejemplo, he notado que en el invierno, cuando
amanecen los días muy fríos, sus hojas parecen que están medio enrolladas, como
si sintieran frío, creo que permanecen
así para darse algo de calor. Si a mediodía sale el sol, se extienden para recibir el calor, se tornan
brillantes, a mi entender están alegres.
Viene a mi mente un poema, lamento
haber olvidado el autor, si alguien lo sabe, dígamelo por favor, dice así: “Creo
que las nubes ven/ y a veces las nubes juegan/ creo que el viento les dice /
cosas gratas a las yerbas/ que se mueven y
agitan/ cuando él va a jugar con ellas / a veces me entretengo / mirando
las florecillas inquietas / las plantas son seres que sienten/ tienen vida, a
veces por la mañana.
Y usted ¿Qué opina?
Texto Publicado en:
Kaniwá #75 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo;
Veracruz. México, del 8 de octubre
de 2016.
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