Doña Juana Enríquez Santiago. |
Por Elisa Cobos Enríquez.
Fue madre,
abuela y bisabuela sin haber conocido varón. Mamá Juana estaba en los
preparativos de su boda, se casaría con un hacendado. Ya estaban los guajolotes
gordos, calculados los kilos de arroz, de
tortillas, sobre todo las encargadas de hacer los alimentos.
Pero la hermana
de Juana murió dejándole 2 niños, cuando acordó fueron 3, pues un sobrino
enviudó y le llevó un bebé. Cuando se
enteró el novio rompió el compromiso,
dijo que quería hijos pero que
fueran de él. Ella le contestó: __”Pues son mis hijos, mi sangre, y no
los voy a echar a la calle.” En lugar de amargarse, mi abuela vivió sus 99 años
con 8 meses, ayudando a medio mundo, segura de sí misma, hablaba con firmeza y
autoridad, nadie la contradecía, la obedecían con amor y gusto.
Juana era
compadecida y servicial, cuando venía alguna plaga como la viruela, se dedicaba
a ayudar a la gente en desgracia, llegaba la brigada médica y colocaba banderas
amarillas cerrando el paso de la calle,
entonces nadie podía entrar ni salir de esas casas. Ella recibía un permiso especial para visitar los hogares en
cuarentena, les compraba sus víveres, si no tenían dinero les
conseguía qué comer, les llevaba agua hervida, café, pan, ropa limpia, cuando
le preguntaban si tenía miedo a contagiarse
contestaba que no, que ella creía en Dios y que él sabía lo que hacía y cómo lo
hacía, también contestaba: __ “Yo cuido
a los enfermos, y Dios nos cuida a todos.”
Era
comerciante, vendía leña, carbón, huevos, frutas, verduras, los niños crecieron
y los mandó a la escuela, a tío
Ángel lo
envío a estudiar música, pronto
aprendió a interpretar varios
instrumentos, a los 15 años tocaba en la orquesta municipal de Alvarado, como
los bailes terminaban de madrugada, iba a buscarlo para evitar que adquiriera
el hábito de ingerir alcohol.
Llegó la
Revolución, el pueblo fue tomado por las fuerzas federales, mi madre y mi tío
estaban en la adolescencia, ella al enterarse metió a la cama a mi tío, le
amarró la cabeza con hojas que olían horrible, con tinta le pintó puntos en la cara, para
hacerlos creer que tenía la temible
viruela. A mi madre le soltó las trenzas, le untó tizne en la cara y le dijo que hiciera su mejor papel de loca, que de esa actuación dependía
mucho. A mi madre le encantaba declamar con mucho dramatismo. A mi tío, los hombres le dieron culetazos con el máuser, pero al verle la cara salieron
huyendo, en el paso se encontraron a mi madre gritando y arañando.
La abuela a
todo le encontraba el lado amable. Una vez dos de sus primas se encontraron a mi tío Ángel siendo niño,
para hacerle la maldad le dijeron que
Juana no era su mamá y que lo había estado engañando, él fue con mi abuela y le
preguntó si era verdad, con toda tranquilidad le dijo que ella ciertamente no
era su mamá, que era su tía, y que como lo quería mucho no había sabido cómo
decírselo. __ “Ya que lo sabes ¿qué opinas? Le preguntó cariñosa, el niño
abrazándola y besándola le expresó: __”Tú eres la madre que conocí, que me dio
Dios y no tengo otra.” Se fue Juana a buscar a sus primas, al verla llegar a la
casa se escondieron, ella les indicó: __”Vengo a darles las gracias, yo no me
atreví a decírselo.”
Años después
el tío Ángel abandonó el hogar, se dio de alta en el Ejército, la abuela lo
buscó y lo encontró en un cuartel, habló con el Capitán para llevárselo, éste
le dijo que sólo con una orden firmada por el Secretario de la Defensa. Juana
se fue a Xalapa a hablar con el Gobernador que era amigo suyo, la sala de
espera estaba llena, se fue directo al privado, tocó y señaló: __ “Ábreme
Fulano que soy Juana” salió el secretario y le dijo que esperara turno, la oyó
el Gobernador y la hizo pasar. Al preguntarle en qué la podía servir le dijo su
problema, él le contestó que atendía asuntos civiles, no militares y que la
recomendación no le serviría. __ “Tú dámela y yo veré.
”
Regresó al
campamento, enseñó la carta, el Capitán llamó al Sargento Palacios, que por sus
conocimientos en música ya había ascendido, le preguntó si conocía a esa mujer,
su respuesta fue afirmativa; le volvió a preguntar el vínculo que tenía con
ella, tardó un poco y le contestó que era su mamá; por último indagó si se
quería ir con ella, contestó afirmativo; y le dijo que no se podía llevar el
uniforme; __”No se preocupe Capitán que ya le traigo lista su ropa.” Y se lo
llevó. Comprendió que ya era un hombre hecho y derecho, lo metió a estudiar en
La Maestranza, una escuela de la Marina en el puerto de Veracruz donde aprendió
a reparar motores y maquinarias, desde un reloj hasta una locomotora.
¡Feliz Día del
Abuelo!
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