domingo, 19 de junio de 2016

A María Enriqueta Camarillo.

La escritora y poetiza María Enriqueta
Camarillo.
Por Elisa Cobos Enríquez.


Conocí a María Enriqueta a  través de mi maestra de Sexto grado, la profesora Rafaela Quirazco de Cruz, nos comentaba que María Enriqueta era de Coatepec, un pintoresco pueblito cercano a la capital del estado de Veracruz, y  mi  maestra Rafaela  de Huatusco, llegó a Alvarado muy joven  a dar clases en la Primaria Manuel M. Oropeza. Ella nos platicaba que María Enriqueta fue una gran poetisa y escritora, autora  de nuestros libros  de primaria, de niña me maravillaron sus libros, constantemente los leía;  y  ahora que estoy anciana, la sigo recordando y admirando por su gran aportación…

Sin conocerte personalmente te  amé, alimentaste mi imaginación, calmé mi sed  de saber en la fuente de tus lindos libros. En mi adolescencia  creí verte  en tu niñez, en el balcón de la ventana de tu casa, cerca del parque,  asomada veías la  lluvia,  y contenta  gritabas y aplaudías, que llueva y así no voy  a  la escuela. También pareciera haberte visto alegre, avisándole a  tu  mamá  que  pasaba el señor del  burrito con leños calcinados.

Quise jugar contigo, y me  vi participando en tu juego de Don Dominio del Canadá, entrabas a   la  sala  vestida con el frac de tu papá,  imitando  la voz gruesa  y  ronca, pues  según tú, así hablaba Don  Dominio  del  Canadá, qué sorpresa fue para ti cuando descubriste que era un país.

En tus muchos viajes, sentí acompañarte  cuando paseabas con tu esposo por  la Quinta Avenida de  Nueva York, viendo asombrada los altos edificios; por el muelle de la vieja Habana; y  por la Gran Vía de Madrid, país donde viviste tantos años, disfrutando de las letras, las fuentes y las flores.
Y cuando los años se  te acumularon, llena de fama y rodeada de tus libros, regresaste a México, cómo disfruté tus  logros, una de las mexicanas más famosas del mundo; y lloré con tus afligidos versos con los que te despediste: __”Hoy tuve un triste momento, me vino  el presentimiento de que me alejo de ti, he  aquí mi  testamento de lo que  te dejo  a ti…”
                                                                                                                                                                              Y me sentí tu heredera, de  tus libros, de esas  hermosas y fragantes Rosas de la Infancia, entre las cuales crecí.                                                                                                                                                           




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