Obra de Gaby Peralta. |
Por Elisa Cobos Enríquez.
En mi pueblo, Alvarado, comienzan el 16 de diciembre, en la década de los 40´s, no recuerdo que los niños anduviéramos en la calle de casa en casa, habían 3 formas de realizarse: 1) En el Casino, por los socios. 2) En los barrios, los vecinos acordaban los hogares y las fechas, cada quién participaba con números artísticos, como cantar, declamar, alguna representación, o tocar algún instrumentos, la ingesta de alcohol era mínima, con los preparados de frutas de la región, y los bailes eran los tradicionales con tríos o cuartetos que tocaban guitarra, jarana o arpa, al haber muy poca luz eléctrica terminaban temprano y cada quién feliz a su casa.
Había una
tercera forma, las organizadas por la iglesia, con tiempo se apuntaban las
familias que querían recibir a los niños, generalmente eran personas alegres
que querían convivir y festejar a los niños para que pasáramos felices esos
días, de acuerdo a esa lista y la fecha, se salía del templo a las 5 de la
tarde, íbamos caminando al hogar anfitrión, nos esperaban con piñatas, frutas y dulces, regresábamos entre 6 y 7, y ahí nos esperaban
nuestros padres.
Obra de Gaby Peralta. |
En una ocasión
fuimos a la casa de una anciana que era muy pobre y vivía solita, con tiempo
se apuntó y aclaró que no tendría nada que ofrecernos, llegamos a su casa y
todos los niños nos quedamos sorprendidos de lo que vimos: Un nacimiento
hermoso y muy original.
La creativa
ancianita hizo todas las figuritas
durante el año, con diferentes materiales: elaboró las tiendas de los beduinos
con tela, con pasta los animalitos, así
mismo a María, José y al niño Jesús. Tenía palmeras, de cartón y papel de
china, un río con todo y las embarcaciones de los pescadores y los peces, las
lomas de arena, los pastorcitos y sus rebaños, la mayoría con trapitos que sus
amistades le regalaban, cómo nos conmovió ese nacimiento sabiendo que la
ancianita con mucha dedicación lo fue formando.
Cantamos,
oramos y nos despedimos, la ancianita derramó lágrimas de alegría, aseguró que
había sido su más feliz posada desde hacía muchos años. Y qué puedo decir de
esa experiencia, han pasado como 70 años, y no olvido la lección aprendida, así
como hay familias que se reúnen para convivir con comida, música y regalos,
también hay personas que en estos días se les acentúa la soledad y los
recuerdos, y con ellos no son necesarios
los regalos caros, la música a gran volumen ni las emociones fuertes para
hacerlas feliz, solo hay que darles un poco de compañía y demostrarles interés genuino.
Felices
fiestas.
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