Por Elisa Cobos Enríquez.
Las Ramas, son
una bella costumbre decembrina en Alvarado, en la década de los 40’s, cuando
las vacaciones escolares largas eran diciembre y enero, esta convivencia de los
barrios iniciaba el primer día de diciembre, los niños con nuestros padres y
vecinos adornábamos una o dos ramas de cualquier árbol, les colgábamos globos, cadenas de colores, farolitos, heno, y
juguetitos, terminaban el 15 y el 16 seguían las posadas, el clima ayudaba pues
era fresco, seco, con leve brisa.
El
acompañamiento de la Rama, nos quedaba de ver en un hogar, ahí se practicaba un
rato y después se partía al hogar donde se partiría la piñata, se cenaría algo
y dulces, en el trayecto se cantaba en las puertas de las casas solicitando
dulces o dinero.
Lo alegre de
estas convivencias era la música, algunos niños y adultos tocaban la jarana y la
guitarra, otros con panderos y sonajas, a cual más los niños improvisábamos
corcho latas aplastadas ensartadas en un alambre, y practicábamos pues el
asunto era llevar el ritmo de la melodía.
Entre los
versos que más cantábamos estaban: “Buenas noches ya estamos aquí/ “traemos la
rama que les prometí./ Naranjas y limas,
limas y limones/ más bella es la Virgen que todas las flores./ “Venimos de
lejos/ a traerte la Rama/ recíbela contento/ hoy y mañana/ Se cantaba los
versos tradicionales, pero el ingenio jarocho surgía y resultaba muy divertido
escuchar nuevos, no faltaba quién componía algo acerca de personas del barrio o
de los últimos sucesos.
Por ejemplo,
cuando se formó la Comisión de la Cuenca del Papaloapan, para mitigar el
problema de las constantes inundaciones, llegó de Xalapa o Veracruz, en la
brigada médica contra el paludismo, un muchacho muy blanco que manejaba el
jeep, era muy guapo, las muchachas todas
andaban loquitas por él, así que ese año a las que andaban en la Rama, se les
ocurrió incluir este verso en su canto:
Desde Buen País venimos andando/ y al güero del jeep venimos buscando./ ¿Quién no conocía al muchacho si iba de casa
en casa haciendo su labor? La gente al oír el estribillo se moría de la risa.
Sí, los versos
daban risa y divertían, algunos tenían la picardía sana del pueblo jarocho que
vive, siente y canta, cito un caso: Años
después que regresé a Alvarado con mi esposo e hijos, llegábamos a casa de mi
cuñada Lucy Ramón, esa noche estábamos cenando y el mayor veía tv muy quitado
de la pena en la sala a grandes columpiadas en esos hermosos sillones de cedro
tejidos en ojo de perdis tan comunes en esa región, llegó la Rama y después de
un rato de cantar voces mixtas continuaron unas femeninas: “No quiero quinto,
tampoco tostón/ quiero al muchacho que está en el sillón./ Cómo nos reímos de
la ocurrencia e ingenio, y por supuesto les dimos un buen aguinaldo.
Generalmente se terminaba la
velada con los siguientes: “Vámonos muchachos que ya son las nueve/ No venga la
ronda y a todos nos lleve./ Eran risas y cantos sanos, sin faltar el interés
económico: “Ya se va la Rama/ venid y cantad/ pero mi aguinaldo/ me tienes que
dar./
Las calles y las noches se
iluminaban con la alegría y el colorido de las ramas, y las velitas que traía
la comitiva que la acompañaba.
Texto Publicado en:
Kaniwá #84 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo;
Veracruz. México, del 11 de diciembre de 2016.
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