(Paráfrasis, del
poema El seminarista de los ojos negros, escrito por el poeta Miguel Ramos Carrión;
Dedicada a Frida Kahlo, destacada pintora mexicana, 1907- 1954, a 61 años de su fallecimiento).
La pintora mexicana de los
ojos negros.
Autor: Joel García Cobos
Desde la
cama de una hacienda porfiriana
pintada
de azul, pintada de rojo,
de maderas
preciosas, encajes y espejos,
una coyoacana
de cejas espesas
y ojos
que parecen pedazos de topacio
mientras
los pinceles mezcla con el seso
ve todas
las tardes pasar en revuelo
los
intelectuales que van de jaleo.
Alta la
cabeza, como espiando al tiempo
avanzan por
la vida cansados y enfermos
con la
nota alegre sobre el traje negro
la conciencia roja que tiñe sus sueños
y que del
mundo quieren acabar con los dueños.
Un
comunista, entre todos ellos,
marcha siempre altivo, con abdomen suelto.
el overol amarillo envuelve su cuerpo
grandote y grasoso, duro y terco,
Diego y compañía muy bien sabiendo
de que sus actos observan los medios
desde que en la universidad vislumbra los bocetos
de la mexicana de trenzas muy negras
la mira muy tierno, con mirar de artista
y siempre que pasa le deja el visto bueno
de aquellas obras que serán famosas.
Tumultuoso y ágil va pasando México
y muere Trosky y encarcelan a Siqueiros
y vienen las tardes plomizas y encierros.
Desde la cama del castillo azul
Siempre sola y triste; pintando y
doliente
una mexicana con polio y fracturas
ve todas las tardes pasar en mitotes
los comunistas que van de jaleo.
Pero no ve a todos: ve sólo a uno de ellos,
su Diego Rivera de los ojos negros.
Cada vez que pasa grande y famoso,
observa la niña que pide aquel cuerpo
en vez de overol, pintura y murales.
Cuando en ella fija sus ojos y aciertos
con vivas intensiones de sexo,
parece decirle: __”Te quiero, te quiero.
Yo no he de ser capitalista, no puedo serlo
aún siendo tuyo, seré de muchas más.”
A Frida entonces la oprime el corsé
suspende pintar y pierde dos fetos
y no sólo vive en su aposento
aquel profesional y otros de más
lejos.
En una calurosa tarde de mayo
la pintora que en silla de ruedas se manifiesta
entonó triste la Internacional;
Por la ancha avenida pasaba la raza
Guatemala era el país invadido
pues Estados Unidos agredió con saña
con la bayoneta hundida con maña
y sobre sus puertas el moñote negro.
Con sus voces roncas trinaban los defeños
los inconformes iban en aumento
caminando en bolones hacia el zócalo
como por las noches al ir a reuniones.
Mira a Modotti, Rivera y a O´Gorman
los conoce a todos a fuerza de tragos
tan solo falta entre todos ellos
el camarada Tronsky ya cafeteado.
Pasaron dos meses, y una semana
Y allá en el Palacio de Bellas Artes,
una destacada artista de cabellos muy negros
Con la tez morena y vestida de tehuana,
mientras unos cantan y otros lloraban
la ve mucha gente que pasa en silencio
amigos prominentes que van a cremarla.
Sesenta y un años pasan, se hizo estrella
y todo el mundo le brinda homenajes
vertiendo multi millonarias ganancias en dólares.
Sola, enferma y triste, aún se guarda el recuerdo
de aquella pintora mexicana de los ojos negros.
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