Mi inseparable hermano Kin. |
Por Joel García Cobos.
La radiodifusora XEPR, comenzaba su programación habitual a las 6 de la mañana, con el Corrido a Poza
Rica, escrito por
don Federico Hernández y Hernández, su
comienzo es sinigual, con un enérgico párrafo: “¡Ay, cuánto indio de
morral con casco!/ ¡Ya parece
batallón! / Pero son trabajadores, de esos de Perforación / ¡Y fuímonos
a Poza Rica, compadre. ¡Fuímonos!...”
/
Yo lo escuchaba de niño de
vez en cuando, me daba mucha risa esa estrofa,
sobre todo la primera frase
con esa exclamación, como si el compositor
se espantara de ver a tantos
trabajadores juntos, yo infería: __”Mi papá es de Geofísica”, pero en
sus pláticas oía que decía: __”Estamos
perforando el pozo” así que concluía que Geofísica y Perforar era lo mismo y
que ese señor vio a mi papá con sus compañeros trabajando y les escribió esa bonita
canción, ya después supe que habían otros departamentos
pero que todos tenían que ver con perforar, extraer o darles mantenimiento.
Después el corrido seguía rítmico y vigoroso, cantado por don Luis Pérez Mesa, me dijo su nombre mi mamá, está
hermoso, yo me sentía orgulloso al pensar que en todo el país se escucha, y sabían que hay una ciudad que se llama así: “…Poza
Rica tierra hermosa, paraíso sin igual / Poza Rica es famosa, un
emporio nacional. / Sus riquezas son inmensas, no tienen
comparación, / tienes puesto la
esperanza de toda nuestra nación….
/
Yo al oír en la radio de todos esos niños
extraviados, me preguntaba: “__¿Esos niños no tendrían papá que los
aconsejaran? Qué bueno que yo si tengo un papá inteligente, él nos dijo: __’Están
más seguros en la casa, que en la calle’ y se fue a trabajar, resultó muy
cierto. Por la mañana acompañé a mi mamá
al molino de masa, algunos
vecinos contaban sus anécdotas del día anterior:
Por
ejemplo una señora aseguraba que
desde la explosión, ella comenzó a tomar leche, vaso tras vaso, que
era muy buena para el susto, a la hora de cenar,
ya no había ni una gota de leche;
otra contó que una amiga que vivía atrás
del hoy antiguo hospital civil
tenía una niña en su corral, en la
explosión tomó a la bebé en brazos y se fue a huir,
ya había pasado corriendo 3 o 4 cuadras
cuando se dio cuenta que no llevaba
a su niña, sino un puerquito; una vecina contó que se estaba bañando, se enredó en una sábana
que descolgó al pasar por el tendedero,
se envolvió en ella y así se fue a huir, ya cuando iba adelante de
la colonia Santa Emilia, reaccionó y se dijo:
__”Bueno, ¿A qué te expones al andar en la calle así? Fue entonces que se regresó
a su casa con mucha vergüenza, que
el recorrido se le hizo muy largo.” Yo me reía, y mi mamá me
tocaba la cabeza para que me callara.
De regreso del molino, le pregunté a mi mamá qué hubiera
pasado si nos hubiéramos ido a huir, mi
abuelita caminaba muy despacito, me contestó que Dios aconsejó a mi papá y que
lo obedecimos, que el obedecer es bueno. Al llegar a casa se me olvidó lo de la
explosión, ese nuevo día, era 15 de
agosto, el cumpleaños de mi hermano Kin, cumplió 8 años, yo tenía 6, a mi madre le enseñó
a hacer pasteles la vecina
Quecha, ella era de
Huauchinango, Puebla, se casó con
don Andrés González Jasso que trabajaba en la CFE.
Así que cada cumpleaños de
algún miembro de la familia, mi mamita nos hacía un sabroso pastel, en un recipiente echaba
harina, huevos, raspaba limones y
le echaba la cascarita, luego le
exprimía el jugo, lo batía todo y lo
vaciaba a un molde
de aluminio en forma de dona, en el hoyo ponía una base y lo colocaba sobre la estufa, al rato ya que olía, le daba vuelta a la tapa para que unos hoyitos
coincidieran, lo dejaba otro rato y sacaba
el pan, lo ponía en un plato grande,
por fuera estaba cafecito y por dentro amarillito, “me quedó poro sito, decía”
olía sabroso, a limón, luego lo hacía más rico, le untaba mantequilla con azúcar, y quedaba listo. Ese
día le cantamos Las mañanitas a Kin, el
pastel voló pues éramos 5 hermanos, con buen apetito.
Ya en la noche, cuando mis
hermanos y yo nos estábamos acostando,
recordé un dato que dijeron en la radio: un trabajador de Pemex, cerró una
válvula, evitando que la fuga de gas
incendiara toda la ciudad. Fui a la cocina donde mi madre lavaba los trastes y
le pregunté qué le pasó a ese señor, me
dijo que se llamó Fortino Yáñez Zaleta, que decidió morir para que los niños de
Poza Rica vivieran felices con sus papás.
A mi mente vino lo que mi tía Edy me contaba cuando leía un
libro grueso, y luego cantaba, le pregunté si a él también le escribirían un
corrido como a mi papá.
__ “¿A tu papá le escribieron una canción?” Me
preguntó sorprendida, yo le dije que sí, que todas las mañanas la ponían en el
radio, y que el señor que la escribió le
gustó ver muchos trabajadores perforando
pozos. Sin esperar su respuesta le hice otra pregunta: __”Al señor Fortino
¿También le van a escribir una canción? Mi madre abrió más grande sus hermosos
ojos café claros y exclamó suspirando: __”Joel, ya no pienses, ya duérmete.” Y
me fui a dormir.
Hoy estamos a 49 años de esa
gesta heroica perpetrada por el señor Fortino Yáñez Zaleta, al cumplirse el 50
Aniversario, ¿habrá: Corrido, busto, o su nombre llevará una calle? ¿Seguirá
olvidado? Las autoridades municipales tienen la palabra.
Publicada en: Kaniwá #17 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza Rica de Hgo; Ver. México, el 30 de agosto de 2015.
Joe te felicito, como siempre exquisito en tus escritos. Saludos de tus amigas: Luisa, Dora y Gloria
ResponderEliminar