«¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? Lo has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra». Salmo 8: 4-5
El pecado borró casi por completo la imagen de Dios. La degradación humana fue tan grande que Dios vio que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (ver Génesis 6: 3-5).
A pesar de todo eso, Dios nos mira con sumo interés, desea restaurarnos al nivel en el que fuimos creados, un poco menor que el de los ángeles, pero coronados de gloria y de honra. No merecemos ese honor, pero con su muerte en la cruz del Calvario, Cristo nos lo concedió. Elena G. de White comenta: «Cristo está retratándose en cada discípulo. Dios ha predestinado a cada uno a ser conforme “a la imagen de su Hijo”» (El Deseado de todas las gentes, cap. 86, p. 782).
Esta fue la experiencia de Moisés, después de pasar cuarenta días y cuarenta noches en comunión constante con Dios. Tras esta experiencia, su vida reflejaba a Dios. Los que hablaban con Moisés lo veían diferente, su rostro resplandecía. Esa es una experiencia maravillosa. Cuando nos ponemos en contacto continuo con Dios, él nos corona de gloria y de honra, y lo reflejamos en nuestra conducta.
Cuanto más tiempo pasemos a su lado y más tiempo lo contemplemos, más semejantes a él seremos.
Acerquémonos a él, imploremos su misericordia y con un espíritu humilde y contrito, invitémoslo a entrar en nuestra vida. Dediquemos tiempo a encontrarlo en su Palabra y en la comunión de la oración. Si pasamos tiempo a su lado, nuestro rostro resplandecerá como el de Moisés.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2018
FUENTES DE VIDA
David Javier Pérez
Lecturas devocionales para Adultos 2018
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