Por Elisa Cobos Enríquez.
Desde el
momento en que Florita decidió aprender a leer y a escribir la niña fue otra,
llegaba temprano a la escuelita, obedecía y realizaba con gusto las tareas, ya
no se peleaba con los chamacos ni se iba a tirar piedras al arroyo.
Un día
que la joven tuvo que salir un rato, dejó encargada a la
niña, cuando regresó se quedó asombrada al ver a los niños hincados y en
completo orden haciendo la tarea, al indagar Florita le contestó: __”Maestra,
es que así nos apuramos y la hacemos mejor porque el piso nos lastima las rodillas.”
La profesora
les dijo que no era necesario actuar así, que su decisión y palabra era suficiente para
adelantar en disciplina y en cualquier propósito que se hicieran en la vida.
Así pasaron los meses y aprendieron
todo lo que la maestra les enseñó.
Un
día la educadora le dijo a la niña que se quedara un momento, le hizo saber que
su aprendizaje había terminado, que todo lo que ella le pudo enseñar, ya ellos
lo sabían, sin dejarla terminar, Florita abrasó a su maestra y entre sollozos le
preguntó: __”¿Por qué no quiere que
siga yo
en su Escuelita? Me porto bien, ya obedezco
y ayudo en todo lo que me piden mis papás, no le digo groserías a nadie.
La joven la
abrazó con ternura y le preguntó qué le
gustaría estudiar cuando fuera grande,
le contestó sin titubear: Maestra. __”Por eso debes ir a una escuela oficial para que estudies la Primaria,
6 años, te den el certificado, luego sigas la Secundaria y la Normal.” (Antes
para docente no se estudiaba la Preparatoria, era para otras carreras como Medicina
y Leyes).
__”Así que, Florita, te vas
a la Primaria de Pemex.” Ella angustiada le dijo que no podía ir,
porque ya la habían expulsado. __”Pero la niña que expulsaron era otra, aquella niña ya no existe, ahora eres otra.” Ya
calmada añadió con entusiasmo: __”Bueno, le diré a mi papá que me inscriba.”
La joven platicó
también con las madres y padres de los otros
niños, les explicó y les recomendó que ya los llevaran a la escuela y que
los fueran a buscar a la salida, que cuidaran y se esforzaran en el desarrollo
y educación de sus niños.
La
escuelita se quedó vacía, la maestra respiró hondo y comentó: Se fueron los
pajaritos, los ayudé a volar.
Texto
Publicado en: Kaniwá #55 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza
Rica de Hgo; Veracruz. México, del 22 de Mayo de 2016.
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