Por Joel García Cobos.
El 18 de marzo de 1959 el día amaneció soleado, como a las
10 de la mañana comenzaría el desfile de la celebración de la Expropiación
Petrolera de 1938, era y sigue siendo la
fiesta más grande y bonita de la ciudad; el bulevar Ruiz Cortines se llenaba de
gente y comerciantes ambulantes que vendían todo tipo de productos,
principalmente comida.
Mi padre, con
su uniforme nuevo de trabajo, se fue desde muy temprano, desfilaría en su
departamento de Geofísica; Mi tía seguía internada en el hospital de Pemex por
el nacimiento de mi primo Samuel; mi madre le comentó a mi papá que la visitaría
por la tarde, mientras iría al desfile, dio
de almorzar y envió a mi hermano Carlos a la casa de mi tío a unas cuantas
casas, a invitar a la mamá de mi tía, cumplido el cometido, enseguida se fue
emocionado a concentrarse con sus compañeros de cuarto o quinto grado de la
escuela primaria María Enriqueta.
Al llegar doña
Goya con mi primo Saúl, ya estaban listos mi abuelita y mis tres hermanos __yo
aún no nacía__, me cuenta mi madre que caminaron por la calle Ébano y salieron enseguida
al bulevar Ruiz Cortines, como las 2 ancianas caminaban muy despacio,
decidieron no seguir y se quedaron debajo de
un árbol de anona que daba buena sombra.
De un momento a otro
todo cambio, a lo lejos se oyeron
golpes, gritos, lamentos,
silbatazos, las muchachas a una se
plegaron a un costado, dieron media y
comenzaron a corren ahora de sur a norte, los demás contingentes hicieron lo
propio, se confundieron con el público, la
gente en completo caos corrió para todas partes, unos iban y venían por el bulevar, otros se internaban a la
colonia Benito Juárez, y otros más se atravesaban a la Chapultepec.
Doña Goya nerviosa
gritó desesperada: __”Ay Licha, ¿Por qué no me dijo que iba a pasar esto?” Ella
abrazando a los niños le contestó: __”¡Doña
Goya! ¡Yo qué iba a saber! ¡Si lo hubiera sabido no hubiera venido!” Se pegaron
a la pared y ahí se quedaron paradas las
3 mujeres protegiendo con sus cuerpos a los niños que lloraban, esperaron un
rato que pasara el tumulto. Algunas personas pasaban corriendo y gritaban: __”¡Ya
se volvieron a dar! __”¡Se dieron de garrotazos!
Cuando
llegaron a casa, mi otra abuelita ya las esperaba, les preguntó por Carlos, mi
madre le dijo que desfiló, pero aún no regresaba. Lo estuvieron esperando, llegó
como a las 5 de la tarde, les narró
que después de participar rompieron
filas, él anduvo de mirón y justo en el palco de honor,
comenzó el pleito con unas cachetadas, se dieron con palos y piedras, en un segundo se generalizó, hubo
gente con la cabeza rota, chorreando
sangre, ya mejor se venía a casa, cuando
vio que a un hombre le dieron con un palo un fuerte golpe en la cara, del impacto se le desprendió y saltó un
ojo, le quedó colgando, el adolorido hombre lo detuvo en la palma de la
mano, él vomitó, sintió que daba vueltas,
todo se puso oscuro y el cuerpo se le aflojó, no supo más.
Cuando despertó
estaba en un camastro de la Cruz Roja, le preguntaron su nombre y le dijeron
que se fuera.
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