Por Joel García Cobos.
En la
antiquísima ciudad de Jericó era la cede de la recaudación de impuestos, aquí vivía
Zaqueo, el principal recaudador, un hombre inmensamente rico que había basado
su prosperidad en el robo, en el engaño y la corrupción, por muchos años había
gozado de esa elevada posición económica
y social, no le importaba ser considerado
traidor a su nación, se le tenía como publicano y pecador, además la gente lo
ridiculizaba por ser muy bajito de estatura.
Pero Zaqueo conoció a Juan el Bautista, lo
escuchó hablar del arrepentimiento, el perdón de los pecados, y del inmenso
amor de Dios, tanto lo impresionó que lo siguió varias veces, él iba en su
confortable litera, rodeado de siervos y de su guardia
de soldados, en una ocasión uno de ellos le preguntó ante su poderosa
exhortación acerca de la justicia: __”Ustedes los soldados ¿Qué pueden hacer
para alcanzar salvación? Pues amenazan a la gente y la obligan a que les de
dinero. Sólo así le prometen dejarla en paz. ¡No lo vuelvan a hacer y quédense
satisfechos con su salario.”
Desde ese
encuentro, Zaque experimentó un profundo interés por el reino de Dios,
el Mesías, la justicia y la vida eterna. Se preguntaba constantemente si
alcanzaría salvación, comenzó a analizarse y llegó a sentirse sucio, decidió
obedecer el consejo del Profeta. Ahora Zaqueo
anhelaba ver a Jesús, platicarle la transformación de su corazón, un siervo fiel
lo sacó de sus pensamientos y le informó que al que habían ido a ver, acababa
de entrar por la puerta principal de la ciudad.
Zaqueo corrió a su encuentro, lo vio de
lejos, era una multitud, hacía poco que había resucitado a Lázaro y las muchedumbres
lo querían ver, las sinagogas estaban vacías y los sacerdotes lo querían matar.
En su corazón atesoraba las palabras dirigidos a los que sufren, pues él ya no
disfrutaba la riqueza, sufría el desprecio de sus conciudadanos. Escuchó que
Leví, otro recaudador de impuestos como
él, ahora era uno de sus seguidores y esto lo llenaba de esperanza, quería ver
su rostro, pero su baja estatura se lo impedía.
Estaba aún atónito Zaqueo, meditando en la
Fe, cuando Jesús se paró debajo de la rama y le dijo: __” Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que
pose yo en tu casa.” Bajó a toda prisa y gozoso lo llevó a su casa, la
gente los siguió y comenzó a murmurar porque comía con un pecador, el anfitrión
reconoció esta actitud hostil contra él, se puso de pie y dijo: __”He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy
a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo
cuadruplicado.”
Jesús
sabiendo la transformación de su corazón declaró: __”Hoy ha venido la salvación a esta
casa” con el milagro del hombre que recobró
la vista su fe creció y añadió:
__”Por cuanto él también es hijo de Abraham” y remarcó su obra mesiánica: __”Porque
el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Todo aquel que le abre la puerta de su casa y
de su corazón es transformado por el Espíritu Santo. Además: __“Y toda su casa.”
Zaqueo llegó a tener amor genuino por su prójimo, sólo el arrepentimiento que de
un corazón reformado es aceptado”, todo ser convertido dejará practicas insanas, Jesús vio un corazón puro,
lavado por la sangre del calvario, su casa también alcanzó vida eterna al ver
su testimonio.
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