Por Joel García Cobos.
Entramos al verano, temporada encantadora
de calor, romance y vacaciones, muy pronto comenzarán las ceremonias de
graduación de los diferentes niveles, y en esas festividades de caminos
bifurcados, brillará con luz propia, ese hermoso himno a la nostalgia: La
golondrina.
¿Quién no
recuerda melancolía sus graduaciones? Al final del evento, entre lágrimas,
abrazos y promesas de nunca te olvidaré, el maestro de ceremonia se da vuelo arengando
en alta, apelando a los sentidos con recuerdos pesarosos y bocetando posibles rumbos,
y como fondo, a todo lo que da el volumen del aparato de sonido, la preciosa
melodía La Golondrina, interpretada en el mejor de los casos por el inolvidable
Pedro Infante, y desde que trompetas, violines y bajo dejan escuchar sus
vibrantes notas, saltan las lágrimas a raudales. Y más aún si el Mariachi está
en vivo, un nudo se forma en la garganta.
Durante varios años he buscado la
historia de esta melodía, sin mucho éxito, solo que la letra es del poeta español
exiliado en México Niceto de Zamacois (1820
– 1885) y la melodía del músico alvaradeño Narciso Serradel Sevilla (1843 –
1910), que unieron sus inspiradas lágrimas para hacernos bien llorar. Y hoy en otro intento encuentro más fuentes y
resumo las versiones.
Esta canción tiene 4 versiones con
sendos autores: La del poeta español ya citado es la cuarta y más difundida, base de la música; En Historia de Sinaloa de Hugo del
Grial se asegura una transcripción del doctor Miguel Galindo mientras que en
Historia de la Música Mexicana se le atribuye una adaptación al también poeta
español José Zorrilla. Cada quien le da su interpretación al español o al
francés, pues, se dice que el original fue escrito en árabe por el último rey
abencerraje (Granada) Aben Humeya (1545-1569) al huir vencido de su tierra. El
texto se encontró en el puerto de Marrakech, Marruecos, siglos después; cargado
de nostalgia cautivó el corazón a quien lo escuchaba fuera de su terruño amado.
Pero vayamos al autor de la música,
un veracruzano mundialmente conocido de vida singular: Narciso Serradell Sevilla. Según Wikipedia y varios
alvaradeños con los que he platicado, nació el 25 de enero de 1843 hijo del catalán del mismo nombre y de
la mexicana Rosario Sevilla. Ella quería que fuera clérigo, él se escapó 2
veces del monasterio, en 3 meses aprendió música y solfeo. Ante la inflexible
decisión materna, rompe con la familia y emigra a la ciudad de México, de día
estudiaba en la Escuela Nacional de Medicina, de noche tocaba en bailes y
armaba puros para sobrevivir.
En una tertulia, Serradell llevó una
revista con la traducción de Niceto de Zamacois y otros dicen era la de
Martínez de la Rosa, los asistentes cautivados abrieron emocionados un concurso,
en 24 horas debía tener una melodía digna a los sentimientos que evocaba y Narciso
ganó. Era el año 1862, meses después los Liberales convocaron jóvenes a la
milicia, Serradell se alistó y combatió aquel 5 de Mayo, contra la Intervención
Francesa, con tan mala suerte que es capturado y expatriado a Francia, en el
puerto de Veracruz fue despedido con su canción, ya en la cárcel los mexicanos
cantaban con el corazón en la mano añorando regresar a la patria.
En la prisión Clermont- Ferrand la sentencia fue revocada, pero
el espíritu aventurero de Narciso no desaprovecharía la oportunidad de
vagabundear, se quedó en París dando clases de solfeo, música y español, aprendiendo Medicina e Idiomas. En 1865 surge
en Tlalixcoyan Veracruz, donde ejerce sus 2 profesiones, fundando bandas y
siendo maestro de personas que amaban la música entre ellos Ricardo Barcelata,
padre del conocido compositor Lorenzo Barcelata, autor del hermoso vals María
Elena (Tuyo es mi corazón).
En 1869 se casa con la señorita Telésfora González, 20 años
después se va a vivir a la Ciudad de México, Narciso Serradell Sevilla, ejerciendo
la música, escribió infinidad de mazurcas,
danzones, danzas, polkas, canciones y en su última época, himnos patrióticos
escolares. Poseía una biblioteca valiosa, que
tuvo que vender para subsistir. Murió el 25 de octubre de 1910, en la ciudad de México, a la edad de 67
años; la Casa de Cultura de Alvarado, Veracruz lleva con honor y justicia su
nombre.
La Golondrina/ A donde irá veloz y fatigada/ la golondrina que
de aquí se va,/ Por si en el viento se hallara extraviada/ buscando abrigo y no
lo encontrará./ Junto a mi lecho le pondré su nido/ en donde pueda la estación
pasar./ También yo estoy en la región perdido,/ ¡Oh Cielo Santo! y sin poder
volar./ Dejé también mi patria idolatrada/ esa mansión que me miró nacer./ Mi
vida es hoy errante y angustiada/ y ya no puedo a mi mansión volver./ Ave
querida amada peregrina,/ mi corazón al tuyo acercaré./ Voy recordando tierna
golondrina,/ recordaré mi patria y lloraré.
Texto
Publicado en: Kaniwá #60 Suplemento cultural del periódico La Opinión, Poza
Rica de Hgo; Veracruz. México, del 26 de junio de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario