Estamos en
Marzo, mes en que se celebra la Expropiación Petrolera, vienen a mi mente
recuerdos muy vagos y distantes, pues en ese entonces contaba yo con escasos 4
años.
Para entonces,
vivíamos en el sur del estado de Veracruz, en un paradisiaco rancho llamado La
Cantica. Cada fin de semana mis padres, hermano y yo, íbamos a Coatzacoalcos a
comprar provisiones para toda la semana, mi padre decía: __Vamos a Puerto México, y llegábamos a la casa de una prima de mi
mamá que nos querían mucho, la tía Tibita a mucho rogarle a mis papás, de vez en cuando nos dejaban el fin de
semana, lo pasábamos de maravilla
jugando con los primos.
Como los tíos
eran dueños de una panadería que estaba atrás de la casa, nos la pasábamos muy
bien comiendo el pan que más nos gustaba.
En un fin de semana que nos quedamos mi hermano y yo, los tíos y los
vecinos estaban muy preocupados, temprano de la tarde el tío apuraba a los empleados
para que terminaran antes de las 8 de la noche, a esa hora comenzaba el toque
de queda, temprano nos daban de cenar y nos ordenaban que nos estuviéramos
quietos, sin hacer ruido, en el amplio corredor.
A esa hora el
puerto quedaba en una oscuridad y silencio total, la población temía que el puerto
fuera tomado por los gringos como represalia por la Expropiación, los tanques
de almacenamiento de hidrocarburos fueron pintados de negro para que desde los
aviones no se vieran y les diera algo de trabajo en caso de bombardearlos.
En la oscuridad, llegaba el
rondín al corredor, un grupo de 4 soldados que andaban a pie cuidando de que la ley se
cumpliera. Nosotros nos quedábamos muy quietecitos, con
miedo de que nos llevaran, el tío Alberto les invitaba pan y café calientitos
que conservaba en el horno apagado.
Yo oía la plática, los soldados
comentaban que los gringos se atrevieron
a pedir indemnización y que el General Cárdenas convocó al pueblo para pagarla,
la gente entregaba lo poco que tenía:
guajolotes, marranos, alhajas, los niños llevaban sus alcancías.
Todas las comunidades
donde había campos petroleros estaban tensos y preocupados, no había trabajo ni dinero, y los optimistas tenían fe y esperanza en que todo se arreglaría y las
cosas serían mejores, y más por la gran capacidad del entonces Presidente de la
República, General Lázaro Cárdenas.
Luego nos
cambiamos a vivir a Las Choapas, y como en otros campos productores de petróleo
la situación económica seguía muy mal, ya era diciembre de 1938 y no había
ninguna fiesta en ninguna casa, pues no había dinero. El 24, todo era calma, la gente mantenía la esperanza
que todo saldría bien para volver al trabajo, y que el pueblo fuera como antes:
alegre, fiestero, bullangero. Y ahora con la situación que se vivía como que se
sentía más el frío.
Me contó mi
mamá que en otro tiempo con todo y las inclemencias del tiempo, la gente andaba
en las calles participando de las Posadas y la Calenda, este paseo con velas y
música es propio de la región del Itsmo, limitando con el estado de Veracruz, pero en ese 24 de diciembre las casas permanecían cerradas y a oscuras,
todos dormían. También me contó un chiste que narraban en esos días de: Solo una pequeña farmacia permanecía abierta,
su propietario, un viejecito sentado junto a la rústica puerta entre abierta,
esperando algún cliente, bostezando y frotándose las manos, cabeceaba.
Entró un
trabajador, no a comprar sino para saludarlo y comentar los sucesos de la
ocasión. Sentándose en otra silla, empezó la plática enfocada al problema que
se estaba viviendo, y con entusiasmo hablaba de su confianza en el presidente
Lázaro Cárdenas. En eso estaban cuando
el anciano se acordó que tenía una botella de sidra, que le había quedado del año anterior, la
trajo con dos vasos, sirvió y brindaron para que los gringos se fueran, porque
el petróleo es de los mexicanos, afirmaron.
Volvió a echar un poco más de
sidra en los vasos, y los brindis siguieron, haciendo el viejito alarde de su
buen humor, le preguntó al petrolero si repetía, este le contestó muy gustoso
que sí, y el anciano riendo a carcajadas le contestó: __”Eructe, la sidra se
terminó.”
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