Por: Joel García Cobos.
Cuando los presentaron él tenía 2
años y ella 20, su tío le dijo: __”Ella
es tu tía” y fue amor filial a primera vista, le dio la mano y la condujo a un
rinconcito de la sala donde tenía su banquito, la muchacha sonriendo obedeció, se sentía en
el piso, al estar cara a cara iniciaron
un dialogo sin fin. En esa presentación de la prometida, se extrañaron que el niño no fuera huraño con ella. La familia
comentó esto más de 60 años.
En unos
momentos, la charla entre ambos estaba centrada en el tema importantísimo de
temporada, pues desde un principio ella tomaba muy en serio sus opiniones, le
preguntó si con esa lluviecita constante
consideraba que llegaría Santa, o los
animalitos se quedarían atascados con tanto lodo, en su corto lenguaje le
contestó: __”Sí viene” fue su enfática respuesta y agregó haciéndose entender
con sus blancas manitas: __”¡Helicóptero!” __”¡Ah! Va a llegar modernizado.” __”¡Sí!” Dijo con fuerza. __”¡Ah!
Así sí, y ya verás que te va a traer muchos juguetitos bonitos, fue su alegre
afirmación.
Los tíos se
casaron, pasaron varios meses. Cuando los padres del niño comenzaron a
construir su casa, abrieron zanjas para los cimientos corridos, el peligro era
que el menudito inquieto cayera en ellas, entonces su papá lo tomaba de
la mano y lo llevaba con la tía, felices pasaban las horas coloreando dibujos y
platicando, al momento de comer le cocinaba sus antojitos. Y así volaron los
años, al grado que se hizo joven y ella
madura, un día regresó del Tecnológico a mostrarle su título y el carro
deportivo que su papá le regaló. En ese carro visitaron a la familia y se
trasladaron a sucesos tristes, como el funeral de la abuelita.
Él se casó, a
través de los años de matrimonio, a ambos les dio muchos consejos en ese complicado camino, pasaron
contentos las fiestas familiares, llegaron los hijos, crecieron, se fueron a estudiar,
ahora estos tenían sus propias
ocupaciones. Ya para entonces la tía era
una persona de la tercera edad, él se jubiló y comenzó a visitarla con más frecuencia, pasaban tiempo recordando
las anécdotas familiares, veían películas y videos, claro, sazonadas con pláticas
de dolencias, idas al médico, remedios caseros, intercambiaban también dietas, medicamentos,
y demás sucesos de la ciudad. Pasaron juntos por el doloroso fallecimiento del
tío.
Ya como viuda,
veían los álbumes de fotos y leían, ella hasta se operó de una catarata para no
perderse nada, le indicaba que le leyera a Pablo, sobre todo la primera carta a los Corintios,
el fragmento que más le gustaba y que le recordaba a su esposo era: __”Y si repartiese todos mis bienes para dar de
comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor,
de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene
envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no
hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no
se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El
amor nunca deja de ser.”
A él, se le aceleraron
los padecimientos, ingresó varias veces al hospital, tan solo ver el esfuerzo que hacía para caminar y visitarlo le daba ánimo, se quedaban en silencio los
dos, de vez en vez le contaba alguna brevísima anécdota. Ya muy ancianita se fue a vivir a una
población distante, cerca de su feliz pueblo, cuando se despidieron hubo un grande
pesar entre ambos, le dijo: __”Tía, presiento que ya no te volveré a ver.” Ella
tratando de ocultar una lágrima le aseguró con la voz más firme que pudo:
__”Oh, no, yo te voy a llamar por teléfono todos los días, y nada más que nos
establezcamos bien, se pasarán temporadas con nosotras.”
Pero ya no
hubo tiempo, unas semanas después, en una fría mañana la ancianita despertó con
la noticia de su fallecimiento, sintió un gran dolor y vacío, el segundo golpe
antes de tres años, regresó a la ciudad y asistió a su funeral donde permaneció
en silencio, con los ojos arrasados por las lágrimas. Tres semanas después, por
la misma hora, se quedó dormida.
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