El salón estaba lleno de familiares y
amigos dolientes, cerca del féretro 2 mujeres se abrazaron y durante varios
minutos permanecieron sollozantes. La esposa rompió el silencio y con un
susurro apenas perceptible emitió: __”Se nos fue, se nos adelantó”.
La
amiga de ambos, de muchos años, respiró hondo y con orgullo añadió: __”Sí, pero
me queda la satisfacción de que tuvimos el suficiente tiempo como para
portarnos mal”. Sin entender, la viuda amigablemente le dijo: __”No te
entiendo.” Y así abrazadas le platicó:
__”Hace
unos días lo fui a visitar al hospital, me comentó que estaba cansado de esa
comida insípida e ingrávida, que ya no la soportaba y que ya se quería ir a su
casa, le pregunté qué se le antojaba a lo que me contestó que una hamburguesa
de milanesa; yo le aseguré: __”No te preocupes, en la noche regreso y te la
traigo.”
Y
así fue, a las 8 de la noche nadie estaba en la habitación, puntual y sonriente
llegó con un bolso, tratando de que la charla sonara lo más normal posible, por
si hubiera algún mirón. Le preguntó cómo estaba y regresándose a la entrada se
asomó al pasillo. Al no ver a nadie cerró la puerta, le puso el seguro y
descolgándose la bolsa del hombro sacó un bulto y desenvolviéndolo del papel
aluminio se acercó con rapidez a la cama. El delicioso aroma enseguida inundó
el recinto a penumbras, él levantó el dedo pulgar y se lo enseñó, luego se
frotó las manos y se incorporó.
Cruzaron
miradas de complicidad, ella le comentó que estaba recién hechecita,
calientita. Contento, fue comiendo bocado a bocado
el que le parecía un suculento manjar. Ella le daba tiempo de masticar, corría,
se acercaba y miraba por el minúsculo vidrio de la puerta cerrada. No se decían
nada, solo comía disfrutando aquella comida ajena al lugar. Se carcajeaba de lo
graciosa que se veía corriendo a la puerta, yendo y viniendo, se ponía rojo de
tanto reír. Por fin concluyó, se sobó el estómago con una mano y le dio las
gracias y alabó su osadía.
Ella
le contestó que con todo gusto lo hizo, que sabía lo que era estar en un
hospital con sus rígidas normas, sobre todo las alimentarias. Fue y abrió la
puerta, se paró viendo para ambos lados del pasillo. A lo lejos una enfermera
se acercaba, se dio media vuelta y caminó hacia la cama, respirando hondo le
dijo: __”Justo a tiempo.” En ese momento la enfermera desapareció en el claro
de la puerta caminando por el pasillo, llevaba una charolita entre sus manos.
Cuando
ambos comenzaron a platicar de otras cosas, el hijo del festejado entró,
respirando profundamente y moviendo la cabeza para ambos lados, dijo con una
voz profunda e inquisitoria, al tiempo que fruncía el ceño: __”Aquí huele a
comida”. Ella, asintiendo con perspicacia: ¡A milanesa! Los tres rieron a
carcajadas.
Las
dos mujeres también sonrieron, se separaron, se dijeron entre sí, secándose las
lágrimas: __”Sí, nos quedan los recuerdos, volver a vivir esos momentos, ya no
habrá otros”.